Vengo de una familia trabajadora, mi padre nació en Ingeniero White en una casa de chapa y madera. Las únicas herramientas que nos dejó a mi y a mi hermana son el estudio y la cultura del trabajo. Nunca tuve mucho dinero más que mi sueldo, y cuando me faltó plata busqué otro empleo, llegué a tener tres al mismo tiempo. Jamás iría en contra de los trabajadores, conozco el esfuerzo que hacen cada día para darle todo a su familia.
Los que hoy salen a criticar este proyecto son los sindicalistas ricos que jamás defendieron a los trabajadores. Veamos un ejemplo, hoy una mucama del sector gastronómico gana 78 mil pesos, de ese sueldo aporta 10 mil al sindicato. Si lo multiplicamos por la cantidad de afiliados que tiene la provincia vamos a ver la suma monstruosa que percibe el sindicato. Este proyecto corre del eje a los sindicatos y pone en primera plana a los trabajadores para que ellos realmente puedan ser retribuidos por el sacrificio que hacen, para tener una contención económica en los periodos que se encuentran desempleados, y a su vez, puedan capacitarse. Además de generar nuevos puestos de empleo.
En la actualidad está plagado de contratos basura que se renuevan indefinidamente y los sindicalistas no hacen nada por defenderlos, no tienen aportes, ni obra social y tampoco beneficios.
Cuando se trabaja una ley que le brinda la contención que el empleado necesita, como en este caso, ponen el grito en el cielo porque tienen miedo que les toquen sus cajas, esas mismas que les permiten darse vida de ricos a costas de trabajadores cada vez más pobres.